El fondo del mar

Vista desde el Hotel Barracuda, donde realicé el curso de buceo.

Empty your mind; be formless. Shapeless; like water.

 If you put water into a cup, it becomes the cup.

If you put water into a bottle, it becomes the bottle.

You put it in a teapot, it becomes the teapot.

Water can flow or it can crash. Be water my friend.

Bruce Lee

Sinceramente, no era algo que había considerado como objetivo antes de venir para acá. Sí, claro, estaba al tanto de que era una actividad muy popular en la zona y de que una gran cantidad de gente solo viene a eso.

Pero como muchas de las cosas que me pasaron a lo largo de este mes, se dio de manera muy natural; me dejé llevar y allí me encontré: embarcado sobre aguas lindantes a la isla de Cozumel, con destino a las formaciones corales de Palancar Gardens y Delilah, para cerrar el moño final a mi certificación de buceador en aguas abiertas.

Sin embargo, siento que me estoy adelantando:

Las montañas submarinas que me dejaron boquiabierto (metafóricamente), los colores que –aun absorbidos por el agua– me fascinaban en movimiento y los ojos con tintes de indiferencia curiosa sin duda fueron tan solo un vistazo de un mundo al que no pertenecemos pero insistimos en visitar.

Y esos minutos en el barco después de la segunda inmersión en el que las palabras no salían porque disfrutaba de respirar aire en la superficie son en realidad parte del final de este relato. Así que caminemos un poco para atrás en la historia, como se recomienda cuando uno tiene patas de rana.

Buceo para tontos

 Aunque es posible que mi profesor de física de la secundaria se retuerza en su tumba al leer esto (si es que esto tiene sentido, porque todos sabemos que las tumbas con luz de lectura son muy costosas todavía), creo que para explicar lo que significa la “flotabilidad neutral” puedo decir que uno debe pesar lo mismo que el entorno en el que se encuentra.

Entonces, en el caso del agua, para evitar flotar hacia la superficie pero tampoco hundirse, uno debe igualar el peso de la cantidad de agua que desplaza.

¿Estoy hablando de esto solamente porque quería alardear de mis nuevos conocimientos de buceo? No. También lo hago porque justamente esta “flotabilidad neutral” o, quizá más familiarmente, “capacidad de volar en el agua como si uno estuviera en el espacio con gravedad 0”, es la clave para que un ser humano pueda moverse sin hacer el ridículo ante todas las criaturas submarinas que bajó a fisgonear.

Este fue uno de los primeros datos que empecé a intentar asimilar mientras que mi instructor, un yankee de Colorado de 25 años y un pañuelo azul sobre su rapada cabeza, alternaba su mirada entre mi cara perpleja y ligeramente nerviosa y la pasarela de tripulantes femeninas de los varios cruceros que anclan en la isla a diario. El sol pegaba relativamente fuerte sobre esa parte del pequeño puerto del Hotel Barracuda pero mi cabeza estaba más preocupada en recordar lo vital para lo que se venía en unos minutos.

Aprender a andar en bici de nuevo

Tan solo se trataba de los primeros ejercicios bajo el agua con regulador, pero aquellos que no lo experimentaron, créanme: respirar aire bajo el agua no puede resultar natural la primera vez, nunca. Y así fue; incluso con años de carrera profesional de respirar mal con la boca por la maldita alergia, eso de inhalar y exhalar me resultó una tarea entrecortada y difícil. Y aunque ningún trazo milenariamente ancestral me haya dado una mano con esto de sentirme cómodo ahí abajo, poco a poco le fui perdiendo el miedo y hubo lugar para nuevas cosas extrañas.

Así que durante la noche de ese domingo, ilusamente pensé que el evento más conmocionante de toda esta aventura podría ser la sensación de tener que sacarme la máscara a 6 metros de profundidad y permanecer allí durante un minuto entero, con los ojos cerrados y depositando toda mi confianza en un tipo que como pasatiempo sale a cazar peces con un arpón mecánico. Todo esto seguía siendo el comienzo.

Levantarme a las 7 de la mañana del día siguiente fue una tarea monumental; me debato entre decidir si la razón fue toda la energía que me había quitado el estrés de ser un intruso submarino o en que respirar aire más denso provoca mayor cansancio, como dicen los libros.

Mi zona de comodidad, que se había expandido un poquitito después de haber sobrevivido a las primeras destrezas bajo el agua, desapareció nuevamente cuando el segundo día del curso me vi luchando con otra de las habilidades: sacarse el chaleco y el tanque bajo el agua, para luego volvérmelo a poner. Es increíble cómo una acción tan banal sobre tierra firme puede convertirse en el equivalente a armar un castillo de naipes sobre una mesa de gelatina si uno se encuentra rodeado de una inmensa cantidad de agua. Me olvidé cuál era la izquierda y cuál la derecha pero por suerte no de respirar y pude pasar a lo que venía, que auguraba un poco de la diversión que tanto me habían prometido.

En el improbable caso de una emergencia

Los cursos de buceo iniciales de PADI, la organización más famosa y comercial que certifica buceadores a nivel mundial, están estructurados de manera que cualquiera que quiera convertirse en buceador deba experimentar y practicar en situaciones no deseadas y, en teoría, inusuales. Es por eso que al comienzo, luego de ver los conceptos básicos del deporte, te someten a situaciones extraordinarias y te enseñan a lidiar con ellas, por si alguna vez sucede en una inmersión real.

Y como los cursos son intensivos, es decir, tienen que enseñarte todo y tirarte en el medio del océano a los 3 días, no es tan loco que cuando todavía te estás acostumbrando a que abajo del agua el pulgar arriba no es “OK” sino “¿subimos?” y que cruzarse la mano extendida por el cuello no es “Sos boleta” sino “No tengo aire”, te pidan que te saques el regulador de la boca, lo tires a un costado y lo recobres mientras seguís exhalando burbujas de aire; te hagan inundar la máscara y que luego la vacíes (sí, ¡esto es posible a cualquier profundidad!); y que el mismo instructor te cierre la válvula del tanque para que sientas lo que es no tener aire para respirar, aunque sea por 2 segundos.

Manejar sin manos

La parte alucinante llegó cuando logré alcanzar esa neutralidad con el agua, esa mancomunión que me permitió hacer la posición de yoga a centímetros de la arena, sin tocarla. Ahí me di cuenta: “Ah, era esto lo bueno del buceo”. Como creo que no hay ninguna señal que comunique eso, simplemente sonreí para mis adentros (porque si sonreís literalmente se te llena la máscara de agua) y empecé a disfrutar de volar acuáticamente.

Empecé a esbozar la posición horizontal recomendada, para no oponer resistencia al agua y a seguir a mi instructor. De a poco noté cuán fácil las patas de rana me propulsaban en la dirección deseada y crucé mis brazos sobre el pecho, imitando la posición de él. Evitar los esfuerzos rápidos y los movimientos bruscos parece ser clave; las manos son inútiles si uno logra una cierta hidrodinamia (esto de inventar palabras en cada artículo se está volviendo una compulsión) con el cuerpo y lo perfila según la dirección a la que desea ir.

También noté gradualmente la importancia de inhalar y exhalar con plena conciencia. Creo que en ningún entorno es más real decir que uno se mueve según su aire. Si querés bajar más, soltás más aire; si te estás por chocar con un amenazante mero o un pez escorpión viene en tu trayectoria, simplemente podés tomar más aire y lo mirás desde arriba.

Y así fue como finalmente empecé a deleitarme con esto de estar bajo el agua salada y el miedo de subirme a un barco el día siguiente para luego sumergirme los 18 metros necesarios para certificarme al menos quedó relegado hasta el día siguiente.

Cordilleras submarinas en profundidades ajenas

Fue un martes 13 –a un mes exacto de haber pisado suelo mexicano– el día en que también pisé los comienzos de la plataforma submarina local. Un par de charlas no relacionadas en la espera a que llegue el barco me ayudaron a relajar un poco la ansiedad y a convencerme de que todo iba a estar bien, de que no era un buen momento para volverme supersticioso a pesar de tener todas las razones para hacerlo.

Casi una hora después me encontraba descendiendo con mi nuevo instructor, el jefe del que me había dado las clases los dos días anteriores. Él, otro estadounidense pero de unos cincuenta y tantos años con 3000 inmersiones y 7 ex esposas en su haber, en ese momento me pudo transmitir confianza ya mojados y me relajé. Pude compensar la presión en los oídos y cuando menos me di cuenta me encontraba detrás de él, a más de 18 metros de profundidad, explorando capas y capas de coral.

Aunque no tengo punto de comparación, creí comprender porqué tanta gente viene a bucear a los arrecifes de Cozumel, famosa por estar entre los mejores lugares para bucear en todo el mundo. La belleza de los paisajes me dejó pasmado, pero no lo suficiente como para dejar de patalear siguiendo a mi guía, como habíamos acordado.

La vida rezuma a través de todos y cada uno de los resquicios de ese ecosistema; los colores te hipnotizan porque para eso han evolucionado; todo está ahí interactuando sin que lo notes y a todo no le importa que andes por ahí chusmeando. Con cuidado de no tocar ni molestar a nada, disfruté en silencio (y aunque hubiera podido hacer ruido no lo hubiera hecho) de ese mundo que por su magnitud quizá sea incluso más mundo que el que ya conocía. Me desplacé como uno más, aunque seguramente con mucha más torpeza de la que noté.

Sentí el agua y me sentí agua por transferencia y mayoría.

Después de más de 40 minutos, era momento de salir a la superficie; como lo habíamos programado, subimos juntos luego de que él extendiera un cordel con un banderín inflable en el extremo, para que el barco supiera dónde recogernos.

La primera inmersión había culminado.

Cuántas libras por pulgada cuadrada valemos

De una película que realmente no recuerdo demasiado, o quizá de un libro que probablemente no terminé de leer, me reflota el bosquejo de un concepto que hoy, no me suena tan desacertado:

Todo en la Naturaleza se puede expresar en números.

Que no seamos capaces de comprender esta realidad no la hace menos auténtica. Y, aunque no sea un amante de los cálculos, luego de mi segunda inmersión, tuve presente más que nunca cuán importante es no olvidar esta realidad en números.

Debimos dejar pasar lo que después supe que fueron 57 minutos en la superficie, para así eliminar el posible exceso de nitrógeno que se acumula al respirar aire más denso en las profundidades del agua. Una vez transcurrido este lapso de tiempo, el barco se dirigió nuevamente mar adentro en busca de una nueva formación coral: Delilah.

En esta oportunidad, se trataría de una zona con corrientes submarinas más fuertes, por lo que la técnica de buceo sería simplemente dejarse llevar por ellas y explorar a medida que todos los buceadores recorrían el mismo trayecto. Bajé con un nuevo tanque, con la carga completa estándar de 3000 psi (libras por pulgada cuadrada) y al inicio tuve que realizar nuevamente la destreza de sacarme la máscara y volvérmela a poner, como parte del curso.

Me sentía más cómodo, más tranquilo. En mi corta experiencia, era la quinta vez que me sumergía y en esta oportunidad solo sería hasta 16 metros, ya que lo recomendable es hacer la inmersión más profunda primero. Como sería la última inmersión del curso, me dispuse a disfrutarla al máximo.

Y así fue. Siguiendo a la corriente y al instructor, pudimos ver langostas gigantes, tortugas, peces multicolores e incluso una barracuda. Los tiburones prometidos no acudieron a la función, pero no estuve tan decepcionado por su ausencia.

En Delilah el plan había sido permanecer 45 minutos bajo el agua y luego emprender retirada. Esta planificación se basa en los niveles de nitrógeno residual que quedan de la primera inmersión, la profundidad a la que se llegará y, por supuesto, la cantidad de aire que se consume a esa “altura”.

Por reglamento, se recomienda firmemente comenzar a ascender cuando uno de los buceadores solo tiene 700 psi como mínimo en su tanque; de esta manera se cuenta con el tiempo (que es lo mismo que el aire bajo el agua) para hacer la parada de seguridad a 5 metros de profundidad y permanecer allí 3 minutos, eliminando el exceso de nitrógeno. Sin ahondar demasiado, tener nitrógeno en el cuerpo puede traer serios problemas de salud y es por eso que se usa este método.

Es posible que a partir de ahora la narración carezca de exactitud temporal, ya que yo no contaba con ningún tipo de reloj; solo un profundímetro y el medidor de aire. Dadas mis circunstancias, creo que igualmente carecería de exactitud aun si hubiera tenido 5 relojes y uno cucú. Por lo tanto, los datos numéricos que daré se restringen a lo que pude comprobar de mi consola personal y a cálculos aproximados.

En una de las varias ocasiones que el instructor me preguntó qué cantidad de aire tenía en mi tanque, mi respuesta fue 900 psi. Esto me dio la pauta de que la inmersión debía estar llegando a su fin, tanto por mi suministro de aire, como por la cantidad de tiempo que ya debíamos haber estado buceando. Como siempre, detrás de él e imitando sus ascensos y descensos de profundidad, continué disfrutando del espectáculo por unos minutos más, confiado de que la precisión de mi guía volvería a llevarme al sol sin complicaciones.

Cuando mi medidor marcó 500 psi y se lo informé a su pedido, seguí estando tranquilo; ya estaríamos emprendiendo retirada. Pude leer que nuestra profundidad actual era de unos 9 metros, pero por alguna razón este tipo no empezaba a sacar el cordel para indicar al barco, ni atisbaba ninguna señal que demostrara que fuéramos a subir. Fue en ese instante, que hoy reflexiono como clave, que mi propia inseguridad fue mi herramienta más valiosa. Segundos después de haber controlado el medidor, volví a bajar la cabeza y a mirarlo: la pequeña aguja ya marcaba 400 psi. No tengo ningún, pero ningún tapujo al decir que me estremecí ligeramente. Aún sin perder la calma, descendí un poco hacia donde el instructor se encontraba, acercándome a él.

Casi pegado a él, de nuevo, no puedo especificar el tiempo transcurrido entre cada acción, volví a mirar el medidor de aire en mi tanque: 300 psi. En esta ocasión ya mi vista no pudo hacer el esfuerzo de levantarse 5 centímetros y verificar también la profundidad; la tranquilidad que había tenido toda la inmersión ya me empezaba a abandonar. Llamé su atención golpeando su espalda con la mano, ya que por alguna razón el tipo no estaba pendiente de mí como en el resto de la inmersión; miraba hacia todos lados menos en mi dirección, parecía estar buscando algo.

Cuando logré que se diera vuelta y me mirara, le hice la señal de que solo tenía 300 psi en mi tanque y respondió con un “OK”. (A medida que avanzo con esta parte se me dificulta más usar conectores temporales; no tengo ni la más puta idea del tiempo que pasó entre esa interacción y el momento en que le hice la señal de que tenía poco aire [golpeando mi puño en mi pecho] y que instintivamente empecé a subir, lentamente, sin esperarlo.)

Sentí que el tipo no estaba completamente al tanto de la gravedad de mi situación. Si hubiera podido pensar, habría inventado todas las señales posibles para decirle que me pasaba por los huevos sus 3000 inmersiones y a su actual esposa vietnamita de 23 años. Pero así como el tiempo bajo el agua es aire, no había tiempo ni aire para pensar en eso y solo empecé a subir.

En algún momento –si es que vale la pena seguir intentando describir esta historia cronológicamente, ya que para mí fue todo un instante eterno despojado de formas, fondos, orillas y superficies– miré el medidor en la que sería la última vez que lo miraría: 100 psi. Mi grado de pánico me incapacitó poder determinar cuán cerca estaba de la superficie y cuán cerca del fondo, pero decidí que ya no lo miraría nunca más: lo único que me importaba era sacar la cabeza del agua.

Confirmando mi mayor temor y quizá las millones de pesadillas con otros significados subconcientes que muchos sueñan, sentí que me era más difícil respirar por el regulador que lo normal. Ya casi no quedaba nada de aire en el tanque.

Fue ahí cuando finalmente pude mirar hacia arriba y darme cuenta de que el movimiento del agua en la superficie estaba al alcance de mi cuerpo; iba a llegar. Cuando mi cabeza salió del agua y sentí la brisa de nuestro mundo, en lugar de aliviarme procedí a intentar inflar mecánicamente el chaleco salvavidas para flotar sin esfuerzo. Si faltaba una verificación de lo que me acababa de suceder, la tuve cuando comprobé que el chaleco no se inflaba porque ya no quedaba suministro. Lo inflé oralmente y miré al cielo.

Bajé la cabeza y miré la aguja del medidor mientras las olas me oscilaban: 0.*

*Quiero aclarar que a pesar del cierre del curso haya sido traumático y que lo que me sucedió no debió haberme ocurrido (a pesar de que luego el instructor intentara librarse de culpas tratando de convencerme de que era algo normal y poniendo excusas sin sentido), y mucho menos en mi segunda inmersión en aguas abiertas, mi experiencia de buceo fue increíble y es probable que la vuelva a repetir.

Mi amiga, la que me había invitado a hacer el curso en Cozumel, me confirmó que en sus cerca de 100 inmersiones, NUNCA ascendió con su tanque vacío ni permitió que nadie lo hiciera. Este tipo debió haberme subido cuando me quedaban 900 psi, en lugar de estar buscando tiburones cuando yo empezaba a desesperarme y a consumir mucho más aire que lo normal. Soy conciente de que actué de la mejor manera que pude para que la situación se resolviera bien y tan solo tuve la mala suerte de bajar con un tipo que actuó irresponsablemente al no cuidar mejor de un compañero con mil veces menos de inmersiones.**

**Mamá, no te preocupes, estoy bien. Pero no podía dejar de relatar este suceso; por suerte y por mi recientemente descubierto instinto de supervivencia,  ya se ha convertido en una anécdota.

17 comentarios

  1. Literalmente me olvidé de que estaba en el laburo mientras leía este relato. Posta, me transportaste a otro lugar.
    Y la historia ahí abajo.. mamita. Cuando te vaya a visitar hacemos unas inmersiones.. subimos con 900 psi.

  2. uh, creo que no respiré durante el 90% del relato (quizás para congraciarme inconscientemente)
    increible experiencia vercesi. con todo lo bueno y lo malo.
    sacaste fotos submarinas?

  3. Que lo parió, Nico.. Te tendría que dar su carnet ese HDP.
    Bueno ahora ya tenés bien claro cuando debés empezar a subir en alguna otra oportunidad y que los instructores se vayan a c…. (buscar tiburones)
    Aunque tal vez descubriste un nuevo curro para seguir quedándote alla… Instructor de buceo SEGURO… jajaja..
    Un fuerte abrazo..

  4. NO PODIA DEJAR DE LEER! PERO QUE SUSTO!
    A ESE HILO DE SU BUENA MADRE, QUE SEGURAMENTE VA A SEGUIR SIENDO INSTRUCTOR EN ALGUNA PARTE LE FALTAN 400 CARAMELOS. ES UN ANIMALLLLLLLLLLLLLL.
    AYER NO PODIA ESCRIBIR, ESTABA COMO ATONTADA. HOY PONGO OTRA VEZ LAS COSA EN SU LUGAR Y TE DIGO: GRACIAS, A DIOS QUE ASUMISTE TODO LO APRENDIDO, SALISTE CON VIDA!
    RE FUERTE LA EXPERIENCIA! BS

  5. WOW. Cuando me dijiste que el relato tenía un giro inesperado y, a medida que avanzaban los párrafos, la cosa se iba poniendo cada vez peor, pensé que en cualquier momento tu instructor te iba a decir que todo era una broma, una especie de prueba final del curso, a ver si podías arreglártelas solo. Cruel, pero podía ser.
    Me alegra que se haya convertido en una anédota, pero debe haber sido bien jodido estar en tus patas de rana en ese momento.
    Acá dice Mark que deberías denunciar al instructor con PADI y con su gerente o superior; dice que es inaceptable que alguien con sólo cinco inmersiones tenga que pasar por un ataque de pánico de ese tipo.

    Ps. Muy bien escrito; voy a ser redundante, sentía que me faltaba el aire.

    • ¡Gracias por pasarte y comentar como siempre, Euge!

      Quizá hubiera sido divertido que fuera una broma, pero no fue así. Durante la segunda inmersión desde la costa, el otro instructor me advirtió que en algún momento abajo del agua iba a acercarse y decirme que no tenía más aire (con señas) para que yo le diera mi segundo regulador. La idea era que fuera sorpresivo pero ya estaba advertido; no es lo mismo, pero es lo más parecido al tipo de simulacro que te referís.

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